martes, 10 de diciembre de 2013

LA ALEGRÍA DE LA MUERTE

Si hay algo que me llama la atención en los funerales de Nelson Mandela es la alegría del pueblo. Es como una manifestación festiva que canta y baila en torno a la muerte. Efectivamente, la muerte nos recuerda los aspectos positivos de la vida y, además, cuando nos despide de ella, nos recuerda que no sólo es un mecanismo de defensa de la especie, sino que es un mecanismo de defensa ante el sufrimiento. Excepto cuando morimos de forma violenta, a causa del cainismo humano, o a causa de la complejidad de la naturaleza en un planeta en movimiento, la muerte nos libera de la vejez extrema, del sufrimiento, de la enfermedad. Cuando alargamos excesivamente la vida contribuimos a hacer durar el sufrimiento. Quienes han sufrido mucho cantan y bailan ante la muerte, y no es que sea un valle de lágrimas como castigo divino, sino que se agradece el don de la vida y la ayuda para entrar en otra vida sin sufrimiento. Aquí, claro, entra la compleja respuesta del mundo religioso. También en el funeral de Mandela ha estado presente la religión en una celebración multirreligiosa. Y es que la religión nace de la muerte y sirve a la vida en la medida en que la alegra, le da libertad y es tolerante. Se ve funeral en el rostro de los cien jefes de estado y otras representaciones del mundo mundial, pero en la gente de Sudáfrica se ve fiesta en la mirada ante la muerte de Mandela.

domingo, 20 de octubre de 2013

FRAGILIDAD

Somos personas limitadas que, aunque busquemos el infinito, tenemos un hermoso, pero limitado, horizonte incluso en la mirada, que es la más libre de nuestras libertades. Y cuando los ojos van perdiendo ya específica capacidad, tenemos la posibilidad de mirar hacia adentro, como si el agua de nuestro pozo siguiese siendo transparente, pero también hay alteraciones y aguas turbulentas. Cualquier enfermedad, por mínima que sea, nos perturba. Cualquier desamor, una mirada desviada, nos inquieta, pero el secreto está en mantener firme la mirada, aunque cada vez veamos menos, porque es la mirada al horizonte infinito la que nos sostiene el alma.

miércoles, 3 de julio de 2013

FALTAN FLORES

Hay revoluciones que cuando se tiñen con sangre emponzoñan el alma, cuando quitan la libertad ayudan a la reivindicación de los tiempos de oscuridad, cuando enmohecen o encarecen el pan dañan la salud de los estómagos y la salud espiritual. El ritmo de la revolución ha de ser tan exigente con la dignidad humana, con los derechos individuales, como con los derechos colectivos. Si no hay equilibrio no hay revolución: ni una sola flor con sangre, pero ni una sola sangre sin flores, servir agachando el cuello, pero con dignidad, sin humillarse ante nadie. Lo que pasa es que el sembrado para hacer otro mundo posible no tiene demasiadas flores. Cultivo arroz para comer, decía Confucio, y flores para dar sentido a lo que como.

viernes, 21 de junio de 2013

ALGO MÁS QUE UN MECANISMO DE SUPERVIVENCIA

Vamos a ver: si la muerte es un mecanismo de supervivencia de la especie, ¿por qué tenemos como enemiga a esa hermana, la hermana muerte? Si ya el empeño en alargar la vida nos da problemas de falta de calidad y de sufrimiento, ¿por qué la queremos hacer desaparecer y que sin su manto bendito se abarrote el planeta y rebose de más dosis de infelicidad? Seamos sensatos: el problema es la vida, y eso sí que es algo más que un mecanismo de supervivencia.

viernes, 3 de mayo de 2013

ESPEJOS EN EL AIRE

Nuestra vida es el reflejo de lo que hacemos, vivimos y sentimos. Van quedando en el aire, como espejos, todas aquellas sensaciones que alimentan nuestro caminar. A veces los espejos se rompen, y en otras ocasiones se dejan llevar como las hojas que van cayendo del árbol, aunque lo cierto es que todas tienen el destino de llegar al suelo y alimentar otras vidas, como una semilla que muere para dar vida a otra existencia. Demasiado a menudo pensamos que somos roca, pero, afortunadamente, somos aire, luz, y poco más.

miércoles, 23 de enero de 2013

A RAS DE CIELO

Estoy intentado escuchar la música de los sueños. He puesto el oído a ras de cielo y he presentido un latido de besos. Los pueblos de la utopía se asentaban bajo sus alas. No me he atrevido a salir al balcón, para no alimentar falsas esperanzas. Sabía que el cisne negro venía del banco y de la guerra. Y me he dejado engañar una vez más. He puesto el oído a ras de tierra. Me he quedado tan sordo que cuando se han comenzado a oír los gritos de la flauta he cerrado todas las puertas y desde entonces me he encerrado en la tristeza. Pero a fuerza de esperar la música de los sueños ha entrado en mi alma.

lunes, 7 de enero de 2013

ESA RUTINA

La verdad es que a veces quedamos deslumbrados por las luces de colores y las burbujas de las fiestas especiales. Necesitamos que en el ciclo del calendario haya fiestas y celebraciones, pero de la misma manera necesitamos los ritmos y los espacios cotidianos para poder continuar con una vida dirigida por nuestra voluntad. Eso de que hay que cambiar mucho sin haber construido nada suena más bien a huida. Las personas y los grupos humanos vivimos ritmos, que se escenifican en las fiestas, pero también en los pequeños detalles cotidianos. La fiesta es una excepción en el calendario humano, porque es la celebración de algo. La incertidumbre no nos hace precisamente felices. Hay quien alardea del constante cambio y considera mediocres a quienes no se acercan a lo nuevo. A mí me gustan las costumbres y las permanencias. Desde ahí es posible construir, porque una pirámide que no tiene base termina desplomándose. Lo que nos rompe no es el ritmo, sino el descuido, el miedo a construir, poco a poco, sobre algo sólido. Lo extraordinario no se opone a la rutina, pero debe aparecer con su propio ritmo, también de vez en cuando, como la fiesta. Si no hay rutina en el año nuevo que comienza nos abandonamos al exceso de incertidumbre. Eso es el consumo. Feliz y rutinario año nuevo.