lunes, 6 de abril de 2009

SEMANA SANTA

Todas las semanas son santas, pero quien sabe interpretar el hecho religioso se da cuenta que hay espacios y tiempos en los que la humanidad intenta mirar más allá de los límites, mira a su interior o a su exterior, y lo expresa mediante símbolos que considera sagrados. Es verdad, también, que más sagrado que un tiempo o un espacio es la persona. Eso sí que es sagrado, y aunque hay quien afirma que las religiones no lo contemplan así, su máxima de no matar, de no hacer a otras personas lo que no deseas que te hagan a tí, va en esa línea. La persona, pues, es lo más sagrado. Pero en estos tiempos sagrados, en los que se expresan símbolos religiosos, en este caso cristianos, -aunque otras religiones también tienen sus tiempos sagrados- lo fundamental es percibir que el mensaje del amor pasa por saber si el próximo, el prójimo, sigue siendo sagrado. Lo más grave de nuestra sociedad no es que haya increencia, eso es sano si en lo que no se cree es en una imagen deformada de un Dios que pide sacrificios humanos y quita la libertad. Lo más grave es que además de haber matado a Dios se haya matado al concepto de hermano, de prójimo. Lo más grave es que un tercio de la población tenga problemas de alimentación, que se gaste el dinero en armamentos, que se haga sufrir a muchísimas personas, que se forren de dinero doscientas personas que tienen más dinero que la mitad de la humanidad, y que además se admire a estas personas. Que no muera la persona, por favor, eso sí que es hacer sagrado el mundo, eso sí que es ser fiel a las religiones. Y eso también lo quieren muchísimas personas ateas o agnósticas de buenísima voluntad. Eso es lo que hermana.