martes, 23 de diciembre de 2008

NAVIDAD

Las personas, desde el inicio de los tiempos, hemos denominado tiempo sagrado, espacio sagrado, a esa llamada a los límites, llamada a la puerta de la trascendencia, donde constatamos que hay algo más, que no es lo mismo ser que existir, que tener, que estar. Ya sabemos que Dios no existe como existimos las personas, pero en ese exceso de forzar los límites del tiempo y del espacio hemos manifestado con símbolos de la existencia humana lo que no existe como existimos. Algunas personas decimos que "el/la que es" ha entrado en la existencia humana con mirada tierna aunque pronto, unos treinta y tantos años más tarde, la ternura inicial se hace sangre sufriente, casi como muchas otras personas que existen en nuestro mundo, un mundo en el que el dolor parece ser una prueba de la inexistencia de Dios, especialmente porque quienes lo infringen a otras personas se han ocupado muy bien de tirar la piedra y ocultar la mano con una manera de actuar a la que hoy llamamos lavado de imagen o propaganda. El caso es que el tiempo de navidad es un tiempo en el que apelamos a la ternura, y no hay mayor grito humano que el de demandar algo de lo que carecemos. Por eso se inundan las casas de nacimientos con niño incluido. ¿Hay algo más racional?

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