miércoles, 23 de enero de 2013

A RAS DE CIELO

Estoy intentado escuchar la música de los sueños. He puesto el oído a ras de cielo y he presentido un latido de besos. Los pueblos de la utopía se asentaban bajo sus alas. No me he atrevido a salir al balcón, para no alimentar falsas esperanzas. Sabía que el cisne negro venía del banco y de la guerra. Y me he dejado engañar una vez más. He puesto el oído a ras de tierra. Me he quedado tan sordo que cuando se han comenzado a oír los gritos de la flauta he cerrado todas las puertas y desde entonces me he encerrado en la tristeza. Pero a fuerza de esperar la música de los sueños ha entrado en mi alma.

lunes, 7 de enero de 2013

ESA RUTINA

La verdad es que a veces quedamos deslumbrados por las luces de colores y las burbujas de las fiestas especiales. Necesitamos que en el ciclo del calendario haya fiestas y celebraciones, pero de la misma manera necesitamos los ritmos y los espacios cotidianos para poder continuar con una vida dirigida por nuestra voluntad. Eso de que hay que cambiar mucho sin haber construido nada suena más bien a huida. Las personas y los grupos humanos vivimos ritmos, que se escenifican en las fiestas, pero también en los pequeños detalles cotidianos. La fiesta es una excepción en el calendario humano, porque es la celebración de algo. La incertidumbre no nos hace precisamente felices. Hay quien alardea del constante cambio y considera mediocres a quienes no se acercan a lo nuevo. A mí me gustan las costumbres y las permanencias. Desde ahí es posible construir, porque una pirámide que no tiene base termina desplomándose. Lo que nos rompe no es el ritmo, sino el descuido, el miedo a construir, poco a poco, sobre algo sólido. Lo extraordinario no se opone a la rutina, pero debe aparecer con su propio ritmo, también de vez en cuando, como la fiesta. Si no hay rutina en el año nuevo que comienza nos abandonamos al exceso de incertidumbre. Eso es el consumo. Feliz y rutinario año nuevo.